Seguro que todos recordáis haber vivido alguna de esas incómodas y comprometidas situaciones en que lo único que se nos ocurre pensar en esos momentos es: “¡Tierra, trágame!”. Yo hace unos dias viví una de ellas.
Salía de mi casa a toda prisa, porque estaba invitada a comer y ya iba a llegar un poco tarde y corrí hacia la parada del autobús, que está cerca de casa, porque ví que se estaba acercando uno rápidamente.
Por suerte, había alguien más en la parada, por lo que me daba tiempo a llegar a cogerlo y cuando me tocó subir a mí y estaba ya poniendo el pie en el autobús, oigo a alguien que dice: “Oye, oye”, mientras yo me afanaba en buscar mi abono transporte en el bolso, para picarlo en el cancelador, pero la misma voz volvió a insistir más cerca de mí, llamando mi atención, me giro y me dice un agradable chico moreno: “Oye, que llevas subida la falda por detrás” (¡¡¡¡¡¡!!!!!!!..........) y ¡Dios, no me lo podía creer, pero era cierto, había salido y corrido desde el portal de mi casa hacia el autobus, con mi retaguardia ventilándose sin yo darme cuenta, por la carrerita que me habia echado!
Le dí las gracias al chico moreno, discretamente, para no llamar más la atención y me adentré hacia el fondo del autobús, aunque volví luego a mirar por la ventanilla hacia el amable chico, que se había quedado en la parada sonriendo (quiero pensar que sonreía empáticamente hacia mi) y le volví a dar las gracias con una sonrisa (sólo me faltó darle las gracias por tercera vez haciéndole una reverencia tipo geisha, para agradecer su gesto…..). Después me busqué un asiento discreto (porque encima ese día no llevaba yo en el bolso unas gafas de sol a mano, que echarme a los ojos, tipo camuflaje), mientras escuchaba el comentario de alguien detrás, sobre lo malas que son las prisas……. (¡a mí me lo iban a decir!).
Y mientras llegaba a mi destino, manteniendo toda la dignidad posible y ocupando toda mi atención e interés en un aburrido folleto que llevaba en el bolso, me preguntaba sobre cómo no me había dado cuenta antes, del estado descocado en que iba mi falda. Y por otro lado, otra parte de mí también se preguntaba sobre qué se me habría ocurrido llevar puesto precisamente ese día, porque claro, cuando una va al médico, por ejemplo, ya se sabe que hay que esmerarse especialmente (tal y como muy bien nos enseñaron nuestras queridas madres) o cuando se tiene novio, pues también, pero como resulta que ese día no se daban ninguna de esas dos circunstancias y una además es un poco despistada, me asaltó la incertidumbre.
Al bajar del autobús, pasé por un sitio discreto y pude despejar todas mis dudas, constatando mis sospechas de que lo que llevaba ese dia no era precisamente lo más sexy de mi fondo (interior) de armario, sino más bien todo lo contrario. Aunque, por otra parte ¿hubiera sido mejor haber llevado, por el contrario, algo más sexy? Porque, al fin y al cabo, una no es una de esas modelos yogurinas de los catálogos de lenceria del “Victoria’s Secret”.
¿Y si me vuelvo a encontrar a ese amable chico desconocido de mi barrio? ¿Qué cara pondré? ¿Me haré la sueca? ¿O le saludaré como si hubiera ya, un lazo establecido de camaraderia y complicidad entre nosotros? ¿Y si él no me llega a avisar y voy paseándome por ahí de aquella guisa? (claro que, igual siempre habría alguien que habría pensado que lo habia hecho adrede, para defenderme de aquella manera de las altas temperaturas de ese día, que habían pronosticado que sería el más caluroso de todo el año……). Aunque, al menos, aún me queda el consuelo de no ser una de esas famosas, que tienen a los paparazzis detrás todo el rato, para luego plasmar para la posteridad fotos indiscretas que después se verán en las revistas de cotilleos de la semana siguiente .......... pero, a pesar de todo, no puedo evitar exclamar............
Pufffff………………..¡¡¡Tierra ....... trágame!!!
Jajajajaajaja. Que vergüenza, suerte del chico! Hombre yo lo saludaría, fue muy majo en decírtelo. A mi me paso algo parecido. Iba con prisa y a pocos metros de mi portal me percate que no me había puesto zapatos, iba con las zapatillas destrozadas de ir por casa. Suerte que era pronto y nadie me vio. Como dice el del autobús...las prisas son muy malas.
ResponderEliminarLa verdad es que si, Isabel, las prisas son muy malas y al menos el chico fue majo y me avisó, que si no, la verguenza hubiera sido aún mayor....jajaja. Por cierto Isabel, bienvenida a este blog y muchas gracias por tu visita, que estaré encantada de que la repitas siempre que quieras. Un fuerte abrazo,
ResponderEliminarGracias Nieves. Nos seguimos leyendo y comentando.
ResponderEliminarOtro abrazo
Kike.
a mi me ocurrió algo parecido en el retiro,
ResponderEliminarpero con la diferencia que era una señora que me advirtió de que llevaba el vestido subido.
menos mal, porque si no me hubiera paseado por todo el retiro, enseñando mis partes traseras.