El nombre de este blog es mi pequeño homenaje a las maletas, esas compañeras fieles e imprescindibles en todos nuestros viajes y que por suerte, con el tiempo fueron evolucionando hasta llegar a tener en la actualidad unas maravillosas ruedecitas que nos permiten poder tirar de ellas (en lugar de cargarlas) y hacer nuestros viajes mucho más placenteros aún. ¡Qué bien nos hubieran venido a muchas y a muchos hace unos cuántos años!

Amigos curiosos y viajeros

domingo, 16 de enero de 2011

VISITANDO MARRAKECH, LA CIUDAD ROJA



He decidido (un poco, o un mucho, influida por la crisis que vivimos, que quizás me impida hacer muchos viajes al extranjero en estos tiempos actuales, en los que como mucho, mis escapadas viajeras serán posiblemente, nacionales y domésticas) que voy a empezar a postear los relatos de algunos de los viajes que he hecho, dado que me ha gustado siempre ir haciendo anotaciones de ellos, para no olvidar detalles o impresiones, que con el tiempo corren el riesgo de irse borrando de la memoria y el primero por el que voy a empezar es por este viaje a Marruecos de hace un par de años, en el que visité con mi ex novio las ciudades de Marrakech, Essaouira y Rabat. Marruecos tiene 4 ciudades imperiales (Fez, Meknes, Marrakech y Rabat) y en este viaje ibamos a tener la ocasión de poder visitar dos de ellas. Si tengo la ocasión de volver a Marruecos una tercera vez (la primera vez que fui hace unos cuantos años, visité Tanger, Tetuán y Chezchauén) me gustaria conocer las dos restantes.

La primera visión que tienes cuando estás acercándote al aeropuerto de Menara, en Marrakech, son un montón de casitas bajas de adobe, perfectamente alineadas en color ocre y gris, es un paisaje muy curioso. Después de aterrizar y aguardar una larga cola en el Control de Pasaportes, empieza el primer regateo (de los muchos que tendrás ocasión de realizar) para tratar de negociar el precio del recorrido en taxi hacia tu riad, aunque sino llegas a un acuerdo, no hay ningún problema, siempre puedes coger el autobús que te lleva a la misma Medina, por 20 dirhams (1 euro vienen a ser 10 dirhams más o menos). Enseguida te das cuenta de que conducir por esta ciudad no debe ser nada fácil en medio de coches, motos, bicicletas, burros tirando de carros y calesas para turistas…….(¡creo que no me olvido de ningún medio de transporte más……!), después también comprobaríamos que como peatón tampoco es nada fácil, ya que no hay semáforos y cruzar sus calles es una arriesgada aventura, tienes que lanzarte sin pensártelo dos veces, porque si esperas a que te dejen pasar, no cruzarás nunca.




Una vez en la Plaza, a la que llegamos cuando ya empezaba a anochecer, la encontramos en plena ebullición con gente yendo por todos lados y nosotros, bastante despistados con nuestro mapa en la mano, sin saber muy bien por donde tirar, en la búsqueda de nuestro riad, aunque de alguna forma, conseguimos llegar a la Medina, un laberinto de calles sin casi iluminación, donde te puedes perder con gran facilidad (¡aquel que no tenga sentido de la orientación mejor que lleve una brújula consigo!). Una vez allí, preguntamos por el Museo de Marrakech (nuestro punto de referencia salvador para encontrar nuestro Riad) y un chico se ofreció muy amablemente a llevarnos hasta allí, después comprobaríamos que esa amabilidad también se traduciría en dirhams y que tienes que armarte de paciencia para aguantar el acoso de los marroquíes (mayores y niños) en muchas ocasiones y no perder los paciencia…..pero, sea como fuera, conseguimos llegar a nuestro Riad que, por suerte, no nos defraudó (nunca se sabe cuando contratas algo por Internet…..).



Los Riads son casas particulares pertenecientes, normalmente, a familias de buena posición, que han sido reconvertidas en encantadoras casas de alojamiento, manteniendo todo el gusto y la estética oriental en todos sus detalles: cojines de brillantes colores distribuidos por todas partes, puertas con bonitos damasquinados de alegres colores, plantas por todas partes, terrazas con espléndidas vistas de la ciudad donde te sirven los deliciosos desayunos a base de panes variados recién horneados, zumos de naranja, miel, mermeladas y exquisitos cafés.


La Plaza Jemaa el Fna, a pesar de su nombre (significa: la Plaza de los Muertos) es una plaza muy viva, es un gran teatro donde puedes encontrar desde músicos interpretando música gnaoua (música de raices subsaharianas con influencia árabe y bereber), o encantadores de serpientes o mujeres que hacen tatuajes a la henna o contadores de historias o vendedores de pócimas milagrosas o acróbatas, hasta vistosos y coloridos chiringuitos móviles donde te preparan un zumo de naranja (la fruta local por excelencia, era baratísimo tomarte un enorme vaso de zumo recién exprimido de frescas y exquisitas naranjas) o tenderetes de comida, que cuando anochece aparecen por todos lados, como por arte de magia y cada uno de ellos se identifica con un número, que resulta de mucha utilidad, ya que si has cenado en alguno que te haya gustado tienes que memorizarlo para buscarlo al día siguiente ¡y si no te ha gustado, para no volver a repetir el error! Las comidas suelen coincidir en la carta de la mayoría de ellos: tajine (guiso de pollo o cordero o pescado), cous cous en diferentes preparados, ensalada marroquí, salchichas, pollo al limón, cabeza de cordero asada (¡con ojos incluidos!) y de bebidas, refrescos, agua, soda o té a la menta, por supuesto, si quieres beber cerveza o vino lo tienes un poco difícil, aunque algún lugar hay, como por ejemplo, el Grand Hotel Tazin, donde incluso puedes tomar una cerveza marroquí, la Speciale Flag.






Si no dispones de mucho tiempo para estar en Marrakech lo mejor es dirigirse a la Plaza Jemaa el Fna, subir a una de las terrazas de los muchos bares y cafes que hay allí, por ejemplo al Café Glazier, pedir un té a la menta y admirando las vistas de todos los rincones de la gran plaza, con su Mezquita de Koutubia, como referencia espiritual de la ciudad, empezar a coger fuerzas antes de empezar el recorrido por sus calles. No hay que perderse el callejear por la Medina (la ciudad vieja), con sus laberínticas calles y zocos, así como pasear por la Kashba y el Mella (el antiguo barrio judio), para impregnarte de toda la esencia de esta atractiva ciudad. Otro lugar para no perderse y, como contraste y para relajarse un poco del agotador paseo, es ir a los Jardines Majorelle en la parte nueva de la ciudad (para aprovechar el tiempo es muy práctico coger los petit taxis, son bastante baratos), estos jardines son un encantador y refrescante oasis de plantas de los cinco continentes diseñado por el pintor y artista francés Jacques Majorelle, que vino a Marrakech a desarrollar su carrera y se instaló a vivir allí, subyugado por el embrujo de la ciudad marroquí. Cuando el pintor murió, el diseñador Ives Saint Laurent lo adquirió y actualmente sus cenizas reposan allí, murió precisamente dos semanas antes de que nosotros viajáramos allí (la última entrada de esta serie de cuatro que he escrito sobre este viaje, será dedicada precisamente a estos Jardines).











Y si se dispone de varios dias, entonces no hay que dejar de visitar el Palacio Bahía, el Palacio Cadi, el Museo de Marrakech, las Tumbas Sahadianas, la Medersa Ali Ben Yousef o el Museo de Artes Marroquíes. Nosotros la verdad es que preferimos callejear todo lo posible y nos conformamos con visitar el Palacio Bahia y la Mezquita de Koutubia (que dicen, por cierto, que es la torre gemela de la Giralda de Sevilla, aunque la mezquita árabe fue construida 3 ó 4 siglos antes).





En cuanto a las compras, se pueden encontrar objetos como artículos de cuero de todo tipo, lámparas, alfombras, preciosos kaftanes, especias para cocinar el pollo a la moruna (por ejemplo), artículos cosméticos como el agua de rosas, el aceite de rosa de mosqueta, exfoliantes de arena del desierto o la crema de almendras para el cuerpo, o un Viagra “made in Marruecos” (¡a saber los efectos que podrá causar!).

Una vez que has tenido la ocasión de conocer la ciudad de Marrakech, es muy recomendable hacer desde allí alguna excursión a lugares cercanos, como por ejemplo, a los montes Atlas (están a 35 kilómetros) o a Essaouira (dado que nos habían hablado muy bien de ella, nosotros teníamos mucho interés en llegar hasta alli y eso hicimos, aunque esto vendrá en el próximo post………).

Marrakech es, en suma, una ciudad tremendamente medieval, exótica y con el encanto y el atractivo de poder transportarte a otros tiempos pasados. Es una ciudad diferente que no debes dejar de visitar si quieres sentirte protagonista de algún cuento de las mil y una noches………




4 comentarios:

  1. Bonitas fotos, Nieves.
    TEngo buenos recuerdos de ese viaje, hace ya bastantes años, pero todavia utilizo una bandeja y una tetera de alpaca que me traje.
    FEliz semana.

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  2. Muchas gracias Lola, la verdad es que Marruecos cautiva ¿verdad? Yo he hecho dos viajes y aunque fueron bastante diferentes, los dos me encantaron y en el primero tambien me traje alguna bandejita que debe de andar en la casa de mis padres.

    Por cierto, tengo que decirte que ya me he leido tu libro, de "dos tirones", y me ha gustado mucho. Un besazo ¡y a por el segundo!

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  3. Hola, ¿cómo se llamaba el Riad? Yo quiero ir ahora y estoy buscando uno

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  4. ¡Hola Ana! A ver, te comento: el Riad que sale en las fotos, que es en el que nosotros estuvimos fue el Riad Dar Nael, la relación precio-calidad estaba muy bien, aunque quizás estaba un poquito lejos de la plaza Jemaa el Fna, había otro que visitamos, porque se alojaron alli unos amigos, que se llama Riad Jnane Mogador, que estaba muy bien y más cerca de la plaza. Te dejo los enlaces de los dos para que los eches un vistazo.

    http://www.riaddarnaelmarrakech.com/
    http://www.jnanemogador.com/

    Un saludo y si vas a alguno de ellos, ya me contarás ¿vale?

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