Marruecos tiene cuatro ciudades imperiales: Marrakech, Rabat, Fez y Meknes. Y el tercer dia de nuestra estancia en Marruecos partimos en otro autobus local hacia la segunda de esas ciudades imperiales: Rabat, la capital administrativa del pais, que nos pillaba de camino a Tánger, donde cogeríamos el ferry de vuelta a España.
Cuando llegamos a Rabat era bien entrada la noche y recuerdo que nos costó mucho encontrar alojamiento por el centro, ya que por allí habia muy pocos y los pocos que había no tenian nada que ver con cualquiera de los maravillosos riads que hay por todos lados en Marrakech. Alejándote de la Medina si tienes más oferta de hoteles de buena calidad, pero en el mismo centro es francamente complicado, así que lo que aprendimos es que en Rabat no se puede improvisar.
Al día siguiente salimos con nuestro libro de viajes a patear la ciudad y nos dirigimos en dirección hacia el mar, con la intención de visitar el cementerio, del cuál habiamos visto unas fotos preciosas. Cuando nos acercamos, un chico muy amable (en general, todos son muy amables allí, pero aún lo son más si hay dirhams de por medio, todo hay que decirlo) se ofreció para ser nuestro guia y como al final, por mucho que te resistas, terminas enganchado a alguno de ellos, decidimos aceptar su ofrecimiento, porque además hablaba español bastante bien y parecia conocer muchas anécdotas e historias de Rabat.
Atravesamos varias calles laberínticas y finalmente conseguimos llegar al cementerio de la ciudad, que nos pareció precioso, fundamentalmente por la ubicación que tiene, al lado del mar, desde donde las vistas eran espectaculares.
La verdad es que Rabat es una curiosa mezcla de tradición y modernidad, y en unos pocos metros puedes pasar de tener la visión de una ciudad moderna con amplias avenidas, donde se encuentran todos los hoteles y embajadas, a tener ante tus ojos una ciudad árabe tradicional, atravesando las murallas de color ocre anaranjado y adentrándote en la Medina, con sus calles empedradas, a través de la puerta Bab El Had. A partir de ahí puedes llegar hasta la Gran Mezquita o visitar el zoco para admirar el trabajo de los distintos artesanos o ir al Sebat, que es el mercado del calzado.
Yendo en dirección hacia el norte, y atravesando la puerta de los Oudayas, se llega hasta la mezquita El Atiqa, que es la más antigua de la ciudad, desde alllí y desde un café, llamado Mauré, se pueden ver unas vistas preciosas de la ciudad y arriba del todo, está el Palacio de los Oudayas, que actualmente alberga el Museo Nacional.
Quizás Rabat es lo que menos disfrutamos de nuestro viaje, debido a la falta de tiempo que tuvimos para sentirla y vivirla, ya que teniamos que coger el ferry en Tánger al dia siguiente, pero aún así, el recuerdo que me quedó más grabado de ella fueron las imponentes vistas del océano Atlántico desde el cementerio de la ciudad y sus jardines por todos lados.
Nota: la foto de la cabecera de esta entrada es de Internet.
Cuando soy mi madre era joven fue a Marruecos. Ella dijo que es un lugar hermoso! Las imágenes muestran que esto es cierto.
ResponderEliminarQuerida Nieves, yo no sé cómo puede ayudar a los forasteros, tal vez pidiendo la Cruz Roja más cercana de la ciudad donde usted vive. Pero créanme, aquí en Brasil estamos muy unidos. Es la solidaridad algo increíble!
BESOS
Sissym, ojalá algún dia puedas tu también ir a Marruecos y comprobar por ti misma lo que tu madre te contó sobre lo hermoso que es.
ResponderEliminarRespecto a las inundaciones que está sufriendo tu pais, es hermoso ver que la solidaridad esté siendo tan grande. Espero que la gente que lo está sufriendo pueda pronto empezar a levantarse y a recuperarse.
Un abrazo muy fuerte para ti,